Reflexiones: Cumplir Los 31

Ayer día 10 cumplí 31. Si dijera que me siento diferente en algo mentiría, sigo siendo el mismo que ayer, antes de ayer y antes antes de ayer. Jajaja. Hace ya bastante tiempo que la ilusión por cumplir años se pasó de golpe y porrazo, aunque no recuerdo cuándo. Cuando eres un niño te hacen ilusión los regalos y el "hacerte mayor". En la adolescencia estás
deseando llegar a los 18 para "hacer lo que te dé la gana" (¿os suena la frase: mientras vivas bajo mi techo harás lo que yo te diga?. Tanto esperar para nada. Jajaja.) Una vez superada la mayoría de edad parece que cada vez el tiempo se pasa más deprisa y un día acabas hablando como tus padres, recordando los viejos tiempos con algún compañero de instituto como si hubieran sido ayer, cuando en realidad a lo tonto se han pasado más de 10 años.
Si echas la vista atrás siempre ves lo que nunca debiste hacer y las oportunidades perdidas. Eso no significa que no veas las cosas bien hechas ni mucho menos, pero como todo en esta vida, lo malo siempre pesa más que lo bueno. Sin embargo si algo he aprendido de la vida es que jamás se debe vivir en el pasado y ni mucho menos en el futuro. Si pierdes el tiempo pensando en lo que ya ocurrió o lo que ocurrirá, te perderás el presente, que al fin y al cabo es lo que importa. Sólo viviendo el presente te labras un futuro y si miras hacia el pasado, que sea para no cometer los mismos errores.

Por ejemplo mi situación laboral actual. 31 años y sin trabajo, con un alquiler a cuestas y sus gastos añadidos (luz, agua, comida...). Cualquiera estaría ya subiéndose por las paredes y creedme, me he subido más de una vez y la desesperanza ha estado a punto de comérseme vivo. No obstante tengo algo que hace años me hubiera parecido imposible: una pareja. Pero no una cualquiera, de esas he tenido a lo largo de mi existencia. Hablo de una pareja de verdad, que está ahí en lo malo y en lo bueno, que me apoya y me mantiene en pie cuando flaqueo. Que está cargando con el peso de los gastos ahora mismo y aún así SIEMPRE me dice que ya vendrán tiempos mejores. Y es que ella y yo hemos pasado por varias experiencias difíciles, entre las que estuvo perder una hija a los 5 meses de embarazo y otro a los 3. Y se sufre y mucho, sobretodo la primera vez por lo avanzado del desarrollo del feto. Puedo decir sin miedo a equivocarme que la ilusión y el amor por alguien que no ha nacido llega a ser muy real. Sin embargo nos tuvimos el uno al otro, nos apoyamos, nos dímos ánimos y fuerzas para continuar y aunque haya miedo a que pase los mismo otra vez, más adelante queremos tener un hijo (y eso hace unos años, también era impensable).

Por supuesto no sólo he ganado una pareja, también tengo una familia. No sólo se ha reforzado mi relación con la mía propia materna (porque la parte paterna y como algunos sabéis es una mierda, hablando mal y pronto, pero con sinceridad). También he ganado unos suegros, que no sólo me han apoyado en cada paso que he dado con su hija, sino que incluso están moviendo humildes hilos para conseguirme un trabajo a través de un amigo (y dado que las cosas están muy mal laboralmente hablando, ya no me averguenza que me ayuden ni tengo necesidad de conseguir el trabajo por mí mismo en un acto de orgullo personal. Hay que tirar de lo que sea, porque la crisis es real y prefiero tener un techo y un plato de comida que presumir de orgullo). He aprendido que no se es menos hombre porque te ayuden de vez en cuando ni tampoco por dejarse ayudar.

Por el camino también he perdido amistades que creía que eran amistades, porque en realidad y siendo objetivos, te acabas dando cuenta que en su momento lo parecen dado que las cirscunstancias te han llevado ahí y no tienes nada mejor. Sin embargo y no hace mucho he ganado nuevas amistades, unas más lejanas y sutiles por internet y otras más directas y cercanas, que curiosamente siempre habían estado ahí, pero no se habían desarrollado hasta ahora. Parece que como siempre y como todo, las cosas tienen su momento y su lugar, y surgen de manera fluída y natural, sin forzarlas ni esperarlas.

Así que, como conclusión de todo este rollo, lo que pretendo decir es que al cumplir 31 años no me siento diferente que cuando tenía 30, pero sí soy un poquito más sabio. Al mirar hacia atrás ya no suelo pensar lo que pudo ser y al mirar hacia delante no me como la cabeza con el qué será. Me centro en el presente, donde hay bastantes cosas malas, pero por primera vez en mi vida las buenas pesan más, me ayudan a seguir adelante y las disfruto día a día. Como debe ser.