CAPÍTULO 35. DEBEMOS DESTRUÍRLA.
Tras dejar bien atados al de las cámaras y al guardia, Richard y los demás se pusieron en camino hacia el hangar. Habían hecho que el vigilante dijese por radio que los había visto en el sector más alejado del lugar en el que se encontraban, con lo cual tendrían tiempo de acabar con todo aquello. Gwen los miraba con odio mientras la empujaban para que andase. Llevaba las esposas magnéticas bastante ajustadas y le hacían daño. Cabrones – pensó -.
Llegaron al hangar y anduvieron hacia el aparato, atentos a cualquier indicio de vigilancia. Pero el lugar estaba desierto. Se acercaron a las largas escaleras y miraron hacia arriba. No veían a nadie. Aarón miró su detector de señales. El punto de Max se movía.
- Que extraño. Max parece que se acerca al nivel del suelo, pero no por esta escalera.
- Déjame mirar – dijo Sara cogiendo el aparato-. Extrañada arrugó la frente. No tiene sentido, la señal debe de llegarnos mal. Quizás haya interferencias. Según esto ya deberíamos verlo.
- Hola.
Sobresaltados, se giraron hacia la voz que provenía de más a la izquierda, casi por detrás de las escaleras. Allí estaba Max, sonriente y más vivo que nunca. Le acompañaba Violeta, que también sonreía. Un hombre de bata blanca igualmente iba con ellos, pero no sonreía nada, más bien parecía asustado. Sara fue la primera en reaccionar y le dio un abrazo enorme a Max. Luego uno a uno fueron dándose muestras de alegría y afecto. Se pusieron al día en versión resumida y llegaron a una conclusión:
- Debamos destruirla – aseguró Max-
Se oyó un resoplido. Cuando miraron a Gwen ella los miraba con odio. Sólo a unos cretinos se les podía ocurrir semejante estupidez –dijo- Tenemos aquí el mayor descubrimiento de la historia y pensáis destruirlo.
- No necesitamos esta monstruosidad del futuro para vivir, ni tampoco crear un mundo nuevo. Nos gusta este tal como es – contestó Max-
- ¿Y luego qué? –preguntó ella- ¿Volvéis a vuestras patéticas vidas? Podríais ser amos de un mundo. Eso es más que cualquier cosa que podáis imaginar.
- Para ti quizás – dijo Aarón poniéndole el brazo por encima a Sara y mirándola con cariño- pero nosotros ya tenemos lo más importante. Amor, amistad y una vida por delante. Nuestros logros no serían nada si no tuviéramos algo de esto.
- ¡Ooooh! –exclamó ella con sorna- creo que me has convencido. Desatadme, me uniré a vosotros… ¡Capullos ignorantes! Me dais pena.
- ¿Me dejáis que le meta un tiro? Total, el mundo no perdería nada –dijo Violeta encarándose con ella-
- Vamos Violeta, no vale la pena – Max la apartó con suavidad-. Tenemos trabajo que hacer. Venid por aquí.
Los condujo hasta donde había ascendido al interior con anterioridad. Luego hizo una pregunta que los dejó desorientados.
- ¿Cómo queréis el ascensor? No me miréis así, hablo en serio – dijo sonriendo-
- No te entiendo – respondió Sara-
- Piensa en un ascensor, en cómo entrar al aparato. No te cortes.
Sara seguía sin entender nada, pero se acordó del ascensor que llevaba al hangar de las instalaciones del TET. Para su sorpresa y la de los demás, del fuselaje de aquella enorme masa de metal comenzó a descender una cabina sin sujeción alguna hasta posarse en el suelo.
- Bueno – dijo Max divertido- No esperaba algo tan conocido y clásico, pero queda así demostrado que funciona.
- ¿Cómo es posible? – preguntó Aarón-
- Nuestro asustadizo científico aquí presente te lo explicará.
El aludido se sintió observado. No abrió la boca hasta un minuto después:
- El…el sistema interno de la nave parece captar las ondas del pensamiento. No sabemos bien cómo pero imaginando lo que quieres el aparato se moldea a sí mismo y te lo muestra. Es un metal increíble. No existe en la tabla periódica ni por tanto en nuestro planeta. Está claro que los humanos del futuro lo encontraron en algún planeta lejano. Es increíble.
- ¿Está diciendo que si yo imagino que este aparato tiene una forma determinada él la toma…? – Un ruido repentino lo interrumpió. Miraron hacia arriba y vieron como el fuselaje cambiaba de aspecto. Comenzaba a tomar forma. Salieron de debajo y se alejaron bastantes metros. Desde allí observaron como aquel enorme “huevo” de metal tomaba el aspecto de una enorme nave alargada, de bordes afilados y sin alas. Lo siento – se excusó Richard- Es un diseño propio que siempre había imaginado. Nunca creí que llegaría a verlo.
Quedaron asombrados. Nadie tuvo palabras para describir lo que habían visto, pero hablaba por sí mismo. Sólo la desagradable voz de Gwen los sacó del trance:
- Os lo dije. Y vosotros queréis destruir esta maravilla de la ciencia. Podríais hacer lo que quisierais con ella.
- ¡Cállate! –la interrumpió Max-. Debemos destruirla, podríamos cambiar el futuro de forma desastrosa si no lo hiciéramos. Es demasiado peligroso y hay demasiado en juego. Vayamos dentro y usemos esas granadas implosivas que te has traído.
Sara asintió y se pusieron en marcha.
Proyecto A.E. copyright © Airam Noda Gómez
1 comentario:
Pues yo antes de volarlo en pedazos me imaginaría...
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